martes, 22 de abril de 2008

Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez

Acaso sea Crónica de una muerte anunciada la obra más "realista" de Gabriel García Márquez, pues se basa en un hecho histórico acontecido en la tierra natal (Aracataca, Colombia) del escritor, quien ha cultivado el periodismo y el cine como guionista.

Cuando empieza la novela, ya se sabe que los hermanos Vicario van a matar a Santiago Nasar -de hecho ya lo han muerto- el relato es realizado con técnicas contemporáneas como muy bien se aprecia en el, in extrema res, en su inicio, para vengar el honor ultrajado de su hermana Ángela. Nasar se dirigía al puerto para recibir al obispo que venía en barco a darle la bendición al pueblo. Santiago era el hijo único de un matrimonio por conveniencia, era rico, su padre era árabe, tenía una hacienda y le gustaban las armas, mientras que su madre era sensible y sólo amaba a su hijo.

Esa mañana, Santiago sentía un dolor de cabeza y había tenido sueños extraños la noche anterior, pero ni él ni su madre, Plácida Linero, previeron el peligro que le esperaba. Salió vestido de lino blanco después de haber desayunado. Victoria Guzmán, la cocinera, estaba enterada de que iban a matar a Santiago, pero no le dijeron nada porque en el fondo, Victoria Guzmán deseaba que lo mataran. En el suelo, había una carta de advertencia para Santiago en donde le especificaban quiénes lo matarían, por qué razones y a qué hora lo harían, pero cuando Santiago salió, ni él ni nadie la vio hasta después del asesinato.

Santiago Nasar salió por la puerta principal y se dirigió rumbo al puerto. Al pasar cerca de la tienda de Clotilde Armenta, Pedro y Pablo Vicario, gemelos de 24 años, ya estaban esperando a Santiago para matarlo, sin embargo, Clotilde les pidió que dejaran sus asuntos para después por respeto al obispo.

De nada sirvió que muchas personas conocieran el destino de Santiago, pues nadie logra avisarle a tiempo para burlar este sino que termina por cumplirse.

Ángela Vicario era la hija menor de una familia de recursos escasos. Su padre, Poncio Vicario, era ciego y orfebre de pobres. Purísima del Carmen, su madre, había sido maestra de escuela hasta que se casó. Las dos hijas mayores de Pura se habían casado muy tarde y una hija intermedia falleció de fiebres crepusculares.

Ángela era la más bella de las cuatro, pero tenía un aire desamparado y una pobreza de espíritu que le aguardaban un porvenir incierto.

Al muy poco tiempo, Bayardo San Román le propuso matrimonio a Ángela. Ella no estaba muy convencida de convertirse en su esposa, pero él había atrapado con sus encantos a la familia Vicario y además representaba una gran bendición, tomando en cuenta el estatus social de la familia. La madre de Ángela pidió que Bayardo San Román acreditara su identidad, pues hasta entonces nadie sabía quién era. Bayardo trajo a su familia para ponerle fin a las distintas conjeturas y chismes que circulaban en el pueblo acerca de su identidad.

El tiempo cíclico, tan utilizado por García Márquez en sus obras, reaparece aquí minuciosamente descompuesto en cada uno de sus momentos, reconstruido prolija y exactamente por el narrador, que va dando cuenta de lo que sucedió mucho tiempo atrás, que avanza y retrocede en su relato y hasta llega mucho tiempo después para contar el destino de los supervivientes.

Después de 23 años, el narrador vio a Ángela Vicario en la terraza de una casa. Ella nunca hizo ningún misterio de su desventura y la contaba a quien le preguntara con sus pormenores a excepción del secreto que nunca se pudo aclarar: quién fue, cómo y cuándo el verdadero causante de su perjuicio, pues nadie creyó que en realidad hubiera sido Santiago Nasar, quien era demasiado altivo para fijarse en ella. Ángela contó que siempre se quedó grabada en su memoria la imagen de Bayardo y si lloraba o sentía pena, era por él. Ángela lo vio un día salir de un hotel, pero él no la vio. Nació todo de nuevo y ella se volvió loca de remate por él. A partir de entonces comenzó a escribirle, poco a poco las cartas se hicieron semanales, pero no había respuesta alguna. A Ángela le bastaba saber que él las estaba recibiendo, pero era como escribirle a nadie.

Una madrugada, por el año décimo, la despertó la certidumbre de que él estaba desnudo en su cama. Ángela le escribió entonces una carta febril de 20 pliegos en la que soltó sin pudor las verdades amargas que llevaba podridas en el corazón desde su noche funesta. Pero no hubo respuesta y a partir de entonces ya no era consciente de lo que escribía a ciencia cierta, pero lo siguió haciendo por 17 años.

Un medio día de agosto, mientras Ángela bordaba con sus amigas, Bayardo San Román, más gordo y viejo, apareció con una maleta con ropa para quedarse y otra maleta igual con casi dos mil cartas que ella le había escrito, ordenadas por fechas, en paquetes cosidos con cintas de colores y todas sin abrir.

La acción es, a un tiempo, colectiva y personal, clara y ambigua, y atrapa al lector desde un principio, a pesar de que conoce el desenlace de la trama, le acompaña también un films que se ajusta bastante bien a la trama central.


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